
-¿Le gusta leer? -le pregunté.
-Me gusta leer este -me contestó, señalando un ejemplar de El Heraldo.
Usted no sabía en ese momento con quién estaba hablando, pero yo me adelanté y le dije:
-Soy Oscar Argueta.
Sorprendido me contestó.
-¡Usted escribe muy bien! Gracias por las historias escritas por usted y todos sus colaboradores.
Bueno, don José, como usted es tan buen lector, he decidido describirle en este editorial una de las tantas estampas típicas de mi tierra San Luis Rey de Francia. Lo hago agradecido por su tantos agradables cumplidos para con esta publicación.
A usted, como buen mexicano, no le voy a contar nada nuevo sobre el Día de los Muertos. Sin embargo, en mi pueblo San Luis en esta fecha se come fiambre, uno encumbra barriletes y a las doce del mediodía del uno de noviembre sale "el Jejo a pedir Canchul".
-Nunca he oído ni de fiambre, ni de Jejo, me respondería usted.
-¡Tiene razón! -es mi respuesta.
Entonces, don José, empecemos, valga la redundancia, por el principio de los principios.
A unos pasos de la entrada del cementerio, colocada por entre una y otra tumba, cuatro tocadores, tocan alegre una marimba, llamada La Novia de San Luis. Imagínese usted, toda esta algarabía y ruido en un pueblo perdido entre altas y azules serranías del oriente de Guatemala. ¿No le parece a usted una manera maravillosa de celebrar la vida, con comida, color y música?; y también una manera muy inteligente de burlarse de una muy conocida reina, con aspecto huesudo, sonrisa triste y descarnada de caderas y pies.
Ahora volvamos al jejo, una costumbre de la cual don Demetrio no tiene memoria de su origen. Yo vi a mis padres celebrarla y ellos, agrega, tampoco tenían conciencia de su génesis o principio.
Don Demetrio balancea su incensario de derecha a izquierda y entre y otro balanceo eleva una plegaria.
-Dios de los espíritus de nuestros finados, acompaña al Jejo en su recorrido por este pueblo. El Jejo es el espíritu de todos nuestros finados y Tú les has dado permiso para salir hoy de sus tumbas y visitar las casas donde vivieron.

-Síganos a la iglesia -me pide.
Del atrio saldrá cada Jejo con un costal al hombro. Pedirán en las casas dulces, tamales y hasta aguardiente, detrás un ejército de niños correrán tras el Jejo, pidiendo su propio Canchul. El cargamento de comida recogido lo repartirán esa misma tarde a los pobres de San Luis.
Mire don José. ¿No le parece a usted esto del Jejo una costumbre muy, pero muy curiosa y peculiar?
Oscar, Soy Edgar Velez. Nos conocimos hace tiempo alla como en el 2001. Me gustaria cominicarme coontigo. ¿Como puedo localizarte?
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