Padre e hijo los señores Klein acompañados de nuestro paisano el escritor Oscar Argueta emprendieron un viaje de ilusión, enigma y esplendor a nuestro querido terruño San Luis Jilotepeque, ambos conocedores de mucha de la historia latinoamericana, más nada los tenía preparados para vivir en carne propia el calor, la gracia y simpatía de nuestra gente y de San Luis, el cual habían conocido gracias al amor que don Oscar Argueta ha tenido por dar a conocer que nuestro pueblo es único e incomparable, pues cada día inmortaliza con tinta y papel la historia de un pueblo pobre en bienes pero inmensamente rico en espíritu. Así es como San Luis cautiva el corazón y nuestros amigos Klein no fueron inmunes al encanto de nuestra tierra y decidieron venir a visitarnos y conocer a la gente que come flores. Y amigos lectores quiero compartir con ustedes una entrevista que le hiciera a tan especiales personajes.
P1: ¿Quienes son, de donde proceden, a que se dedican?
El equipo de los “Klein”, como llegaron a llamarnos en San Luís, está conformado por padre e hijo: Craig Klein Sr. Y Craig Klein Jr. Craig papá es licenciado en Historia Latinoamericana e Inglés. Actualmente vive en Iowa, EEUU, escribe y se dedica a la pedagogía en el nivel universitario.
Craig hijo es licenciado en Español y Literatura, dicta clases en la Universidad del Norte de Iowa y está a punto de finalizar su maestría en Literatura Iberoamericana: Film y letras. Reside también en el estado de Iowa. Nació y creció en Colombia, la mitad de su familia es colombiana y la otra mitad estadounidense.
P2: ¿Como se enteraron de la existencia de nuestro pueblo, que pensaron inmediatamente?
Hace algunos meses caminaba en un poblado de Iowa, la humedad era insoportable, el inclemente sol agotaba mis fuerzas y no había ninguna nube en el cielo que me aliviara de sus fuertes latigazos. Era esa hora del día en que los árboles esconden su propia sombra. Las ramas permanecían inmóviles como queriendo imitar al Chemin sous les pommiers de Chintreuil y para escapar de éste tormento, busqué refugio en una pequeña tienda. Me dirigí hacia el refrigerador y destapé una bebida helada que desapareció en mi garganta en cuestión de segundos. Me senté en un taburete de madera y, de una de las mesas que allí tenían, cogí un maltratado pedazo de papel y empecé a leer. El escritor, Oscar Argueta, tenía tal delicadeza y tal eficacia que logró con sus palabras trazar coloridas pinceladas en mis pensamientos y desde ese día, confieso, empecé a enamorarme de un pueblo desconocido llamado San Luís.
P3: ¿Al llegar a San Luis Jilotepeque, que fue lo primero que observaron, que les llamo mas la atención, habían estado antes en Guatemala?
Mi padre, estuvo en Guatemala en 1971. Yo nunca había visitado esta hermosa tierra. Lo primero que observé en San Luís fue a un hombre de sombrero alón montando una yegua rucia, junto a él transitaba una camioneta Toyota de doble cabina. Dos casas de adobe colindaban con una casona de dos pisos decorada con arcos al estilo francés. Una señora de abundantes arrugas, traje colorido y collares, saludó a una joven con ropa moderna y celular en mano. Inmediatamente fui hechizado por algo que nunca había presenciado antes. He viajado mucho y créame que esta fuertísima relación entre el presente y el pasado es difícil de encontrar en otras tierras. Aquí no sólo me refiero a la arquitectura, pues San Luís tiene mucho más que eso: La lengua, vestuario, prácticas sociales, alimentos y otras costumbres etc.
P4: ¿Que actividades llevaron a cabo durante su estadía en nuestro pueblo?
Nuestro trabajo empezó el primer día que pisamos esta tierra milenaria. El objetivo de nuestro viaje fue captar con imágenes y sonidos algunos (porque es imposible captar toda la riqueza) aspectos culturales del pueblo. El documental fue realizado por los “Klein” pero bajo la dirección de los sanluiseños. Los temas tratados y los lugares captados fueron escogidos por los propios pobladores de San Luís.
P5: ¿Que consejo de darían a los hombres, mujeres, jóvenes y niños de nuestro pueblo?
Es difícil darle un consejo a personas de tanto conocimiento. Sin embargo quisiera entusiasmar, especialmente a la juventud, a que se rescaten, antes de que sea muy tarde, algunas de las costumbres milenarias de su pueblo. Cuando desaparece un idioma, desaparece un pueblo (y no estoy hablando de la fachada ni de las casas) y cada día, según los expertos, desaparece un pueblo en el mundo.
Comentario libre:
No existen palabras en la alforja de mi vocabulario para agradecerle a San Luís por su hospitalidad y afable recibimiento. Quizá esa colorida personalidad de los pobladores, esa aromatizada amabilidad y esos dulces abrazos son el resultado de su propio alimento. Llevaré siempre en mi corazón a San Luís, un pueblo que come flores.
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